Eran alrededor de las dos de la mañana cuando todo el estadio oró: “Cristo de las redes, no nos abandones…”.
La
tiene en su médula la sustancia del encuentro; es la razón y motor de los sueños y el desafío de salir a buscarlos. Y el viernes en Atenas, en una de las puntas del encuentro, la del escenario, había una reunión capaz de conmocionar: Jorge Fandermole, Peteco Carabajal y Raly Barrionuevo.
Los tres llevaban adelante juntos el tema del primero, Oración del Remanso, el gran himno del cancionero argentino de los últimos años. El timbre de Peteco, siempre entrañable, abrió los corazones de par en par y condujo las estrofas (con Raly como apuntador) hasta el estribillo pleno de los tres.
En la otra punta del encuentro, en la inmensidad repleta del acalorado salón, estaba la gente, asumiendo la reafirmación del sentido del proyecto y sumergiéndose en el caudal de una propuesta artístico-cultural que tiene su particular modo de pararse frente a la música y a las cosas del presente.
El proyecto de La Trashumante cumplía 20 años, es decir, algo así como un certificado de fecundidad de lo andado. Y fueron las palabras de su mentor, el sociólogo Roberto “Tato” Iglesias el que llevó las primeras emociones hasta el cielo de zinc.
A su lado estaba Raly Barrionuevo, el que ha impregnado la marcha de la peña con su talentosa presencia, su sentido estético y compromiso en el mensaje y la actitud. Es su candil el que reúne, genera y extiende el espacio.
Por eso, para Jorge Fadermole, con su figura no muy habitual en una reunión peñera, el espejo de la multitud le refrescó el destino entrañable que han tenido algunos de sus temas, como Sueñero y Cuando.
Fue una larga noche de canciones emblema. Como las que Raly compartió con Peteco o Milena Salamanca. También cantó con Pachi Herrera, los fantásticos Toch y sólo con su banda. Además tomaron parte de la noche, entre otros, DuraTierra, con la voz de la magnética Micaela Vita, El Mayllín, la DJ Cande Lirio, más invitados como Mery Murúa y el Negro Valdivia, el de los pies descalzos.
La Trashumante sigue su camino; lo dejó claro y abierto el alborozo final de la multitud.
Un comienzo memorable
Y de una punta a la otra del tiempo se trata, las casi siete horas de la peña que fueron a dar al alborozado final comenzó con un acto de conmoción que dejó tendida el camino a la emoción.
Sucedió en las calles de los alrededores de Atenas, mientras la gente ya se había reunido y se disponía a entrar. Fue algo así como fue un ritual de celebración del que tomaron parte un grupo de bailarines, músicos e integrantes de la Universidad Trashumante. Hasta hubo niños que se sumaron al convite.
Con una marcha de bombos, el mantra de la vidala y el reparto de flores hechas con maples de huevos, se invitó los espectadores a formar parte de un gran momento compartido en el momento del ingreso.
Ya dentro del salón, el grupo que encabezaba la intervención y el público se fundieron en una manada para bailar y ofrendar al ritmo de cantos y bombos entre tres diferentes espacios especialmente ambientados a lo ancho del salón y hasta en el patio.
Hubo tres paradas en lugares dispuestos en el salón. Los espacios se llamaron huacas (santuario, en quichua). El primero, dedicado a la lucha de las mujeres con un bullerengue; el segundo, una chacarera para la tierra y en el tercero, la urdimbre de la memoria con un huayno.
Fue un largo y memorable momento que marcó el ánimo de toda la noche.
