José Luis Perales se dio el gusto. Incluso con una pandemia en el medio, el cantautor español pudo concretar su mentada gira de despedida de los escenarios, que este sábado pasó por Córdoba y mostró que algunos retiros llegan en el momento justo. Pocos, además, dan cuenta de la sabiduría artística y personal que hay detrás de ese tipo de decisiones. Y eso es lo que confirmó “El poeta de la canción”: su gira Baladas para una despedida fue (y será por algunas noches más) el prólogo atinado de una carrera inobjetable.
Con fecha original para marzo, las entradas para las dos funciones cordobesas de este tour del adiós se habían agotado hacía meses. Sumado a eso, Perales llegó a Córdoba en un contexto de fervor por los espectáculos más allá de cualquier crisis. Y aunque su presentación tuvo un guion casi calcado con relación a lo sucedido en Buenos Aires el último jueves, vaya si se notó ese clima de expectativa colectiva en una Plaza de la Música que lució como en sus mejores noches.
El recinto de Costanera y Mendoza, que registró movimiento desde temprano en paralelo al partido de Belgrano, fue el lugar de encuentro para la última (o penúltima) comunión del público cordobés con Perales, uno de esos artistas internacionales que se han vuelto parte de la idiosincrasia de una cultura. La presencia mayoritariamente femenina y de distintas generaciones en la platea confirmó además que, al menos en Argentina, la música de José Luis Perales se ha transmitido de generación en generación.
El show: una antología de clásicos
A las 21, una sala casi repleta (2.600 entradas por función, de acuerdo a la organización) esperaba entre rumores e ingresos de último momento por el desembarco del español. El momento decisivo no tardó demasiado en llegar. 10 minutos después de la hora anunciada las luces se apagaron y Perales hizo su ingreso triunfal.
Con su sobria banda ya tocando, el español de 77 años inició su retrospectiva final con Balada para una bienvenida. Luego llegaron los primeros aplausos. Para la canción, para las primeras palabras del autor en esta noche de “música y encuentro” (“Se ha hecho esperar pero hemos ganado nosotros. Estamos esta noche aquí”) y para la segunda pieza, Me llamas. Ese clásico dejó al público de pie luego del comienzo y le dio combustible al pulso del septeto que acompaña al cantante, que mostró aplomo y encendió palmas a partir del segundo estribillo.
Después de Si, llegó la primera ovación de pie de las varias que se repetirían a lo largo de la velada. Siguió Cosas de doña Asunción e inmediatamente una nueva intervención, la primera vinculada a las historias detrás de algunas de sus canciones o momentos más significativos en su medio siglo de trayectoria. El español recordó entonces cómo, en 1973, llegó a Argentina a buscar su primer disco de oro y se sorprendió con los carteles que le daban la bienvenida en Buenos Aires. “Todo eso empezó con esta canción”, dijo antes de que sonara Celos de mi guitarra.
Después de un inicio algo más tímido, la banda y el cantante ganaron calor interpretativo con el correr de las canciones y el público agradeció las versiones de Quisiera decir tu nombre, El amor y Te vas. Fue el predio para el segmento con más introducciones a cargo del cantante, que presentó primero Le llamaban loca (su primera canción grabada por otro artista, en este caso Mocedades) y luego Por qué te vas que cerró en medio de otra lluvia de aplausos y la respuesta de Perales: “Creo que no merezco tanto”.
El segundo bloque del espectáculo comenzó tras Creo en ti y consistió en una seguidilla de versiones a guitarra y voz. Primero de Perales solo haciendo Ámame (compuesta para Raphael) y Qué pasará mañana; después a dúo, para lucimiento del guitarrista Borja Fernandez-Serrano Montenegro en Hoy me acordé de ti.
El regreso de la banda llegó con Melodía perdida, que fue presentada con alusión a las musas que amagan con dejar al cantautor por su edad. A partir de ahí el in crescendo se notó con fuerza y el septeto ganó volumen y presencia de a poco en Amada mía y Canción de otoño.
Así llegó con todo listo para encarar la última curva en Ella y él y Que canten los niños (“mi canción más querida”, la definió Perales), que generó una reacción de ternura colectiva al ser presentada por el español. Para el cierre, y como guiño tanto hacia el nombre de la gira como hacia el inicio del concierto, quedó Balada para una despedida.
Bises y Córdoba a sus pies
Las últimas cuatro canciones de esta primera función no se hicieron esperar demasiado. Al pedido inmediato de “otra”, con la platea ya de pie, sobrevino el regreso del cantante y su mejor segmento vocal en toda la noche.
Un velero llamado libertad (con el inconfundible “Y se marchó…” del estribillo), ¿Y cómo es él? y Te quiero fue la seguidilla dorada que cerró el concierto. Al menos para la banda. Porque el final fue tal y como se lo imaginó el propio Perales cuando en 1986 compuso Me iré calladamente. Con esa pieza, que acentuó además el carácter conceptual que tuvo la presentación, este show retrospectivo tuvo un final distinto a lo que se podría haber imaginado en la previa.
Tras la catarata de sus hits más populares, Perales se valió de su guitarra (“así como nacen las canciones”, según había dicho más temprano) para generar el momento de mayor silencio de parte de la platea, que contempló con total compromiso. El respeto y la admiración que flotaron entre el público durante esa sentida interpretación, con Perales rasgueando como si estuviera en la casa en la que compuso la mayoría de sus temas, fueron una prueba más de una trayectoria como pocas y de su vigencia en esta parte del mundo.
Otro detalle que no pasó desapercibido fue el envidiable estado físico del cantante. Al borde de los 80 años, Perales se despide con salud plena y sin necesidad de mayores ayudas que una banqueta para sentarse cada tanto. Es cierto que su voz no es la misma de décadas anteriores y que sus músicos deben adaptarse a su umbral de potencia actual, pero la emoción puede más que cualquier detalle.
Las miles de voces que cantaron durante las casi dos horas de show se llevan para siempre un recuerdo imborrable. Perales, en tanto, disfruta sus últimos cansancios y de sus últimas canciones en vivo antes de dedicarse completamente a lo que más ama: componer en su casa. Está claro que este es un tour de despedida de los conciertos y las giras, pero el español nunca le dirá adiós su vínculo sanguíneo con la música.
