El baile más grande del universo prometía ser un evento épico dentro de la actual etapa que atraviesa Carlos “La Mona” Jiménez. El cuartetero, que tres años atrás enfrentó obligadamente su cese definitivo de bailes semanales a raíz de la pandemia, volvió a actuar en ese formato frente a una multitud (el equivalente a dos Forja llenos, sólo en la primera noche) y dejó en claro que su trayectoria vive un presente idílico.
Y parte de esa sensación tiene que ver con el hecho de que el cantante parece decidido a disfrutar de todo lo que venga de ahora en más. Puede ser un Bum Bum con grilla variopinta, un museo bar a su nombre o, como en el caso de este fin de semana, un nuevo homenaje en vida tanto de su público como de algunos de sus colegas más cercanos.
Pero hay más. Porque Jiménez no sólo cumple con esa suerte de mandato divino que lo llama a estar ahí para su público, y para esa comunidad gigante que ha sabido construir en más de 50 años de carrera. “La Mona” decide también entregarse al máximo, incluso cuando su voz y su físico en general ya no lo acompañan como antes. Y si se tiene que disfrazar, o “comerse la peli”, lo hace sin problemas. Al contrario.
Por eso no sorprendió la decisión de ingresar al escenario vestido como astronauta. Si bien toda la campaña de promoción se había desarrollado en base a la idea de que Jiménez llegaba desde el espacio exterior directamente al Mario Alberto Kempes para desembarcar con “El baile más grande del universo”, el momento en el que el cantante apareció con un traje plateado desde debajo de la tarima fue una de las postales principales de la noche.
Una vez arriba del escenario, “La Mona” siguió en personaje y se desplazó entre sus músicos como si estuviera navegando en medio del inmenso vacío y contra la fuerza de gravedad. Más allá de la situación de show, y de enfrentarse a 40 mil pares de ojos viéndolo con atención, Jiménez se divirtió una vez más e hizo otra de sus “monerías”.
Por supuesto, las redes se hicieron eco de lo visto este viernes en el Kempes y ya hay comparaciones entre Jiménez y David Bowie, cuya canción Starman (hombre estrella, en castellano) lo vinculó para siempre con cualquier suceso espacial relacionado a la música.
Como sucedió cuando “La Mona” evocó involutantariamente a Freddie Mercury en el Lollapalooza 2019 (con su inolvidable “Contestemen…”), las ocurrencias del cuartetero más famoso lo convirtieron en posible meme y regalaron una imagen hilarante para el fin de semana.
Sería un error, sin embargo, interpretar eso como una puerta abierta al ridículo. Para alguien que lo ha vivido prácticamente todo, sostener ese nivel de disfrute en sangre a sus 72 años es un logro en sí mismo. De hecho, hasta su hija Natalia compartió ese momento desde un costado del escenario y luego también publicó un video junto a su padre ataviado como viajero intergaláctico.
En el tramo final de su carrera artística, ver a “La Mona” consustanciado con el personaje que le toca representar es un regalo para sus fans y para quienes se acercan a la leyenda viva en esta nueva etapa de multiplicación del cariño. Además, algo debe haber de cierto en esa metáfora del astronauta. ¿Qué otro terrícola sería capaz de seguir bailando hasta el fin de los tiempos con esa energía y ese desparpajo?
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