Seguramente, en algún momento de la madrugada del sábado 13 de enero, Peteco Carabajal se debe haber lamentado por lo que dijo en el escenario Martín Fierro mientras, en medio de un tumulto de policías y comitivas, ingresaba al anfiteatro José Hernández de Jesús María la vicepresidenta Victoria Villarruel.
El músico santiagueño, para quien los festivales folklóricos son su hábitat natural, adujo no haber visto a la funcionaria. Lo que sí se escuchó, fuerte y claro, fue la frase “no se paren, que no ha llegado nadie”, mientras la platea jesusmariense saludaba con reverencia institucional a la referente de La Libertad Avanza y el tumulto se hacía evidente incluso desde el escenario.
No es menor que todo haya sucedido durante el espectáculo familiar que tanto Peteco como otros parientes (Los Carabajal incluidos) realizaban en ese momento. La llegada se produjo en medio de una canción, no antes ni después. Sin embargo, el gesto del compositor de infinitas chacareras fue caldo de cultivo de comentarios de todo tipo, sobre todo digitales y en redes, que señalaban la “falta de respeto” del artista para con la vicepresidenta.
De repente, el santiagueño consiguió toda la atención que durante años le fue regateada pese a ser un monumento vivo a la música popular. Un gigante de nuestra cultura era motivo de títulos y editoriales pero no por su obra inestimable, sino por un comentario al pasar, que él mismo terminó definiendo como “impulsivo”.
Lógicamente, Peteco se quiso defender. Pero en la inmediatez, concedió una primera charla en la que terminó involucrado en una puja insensata por un textual jugoso. Nada mejor que leña del árbol caído. Carabajal entró en el juego, se enojó y multiplicó el volumen de interés en el tema. Se notó en la agenda de los medios, que lo tuvieron como protagonista de varias notas, conjeturas y análisis.
Con el correr de los días, y del agua bajo el puente, el músico pudo expresar su mirada en otras entrevistas y finalmente brindó un pedido de disculpas a Villarruel, a quien también invitó a dialogar sobre la realidad del sector cultural en el contexto de las reformas que plantean el DNU y la “ley ómnibus” de Javier Milei.
No obstante, antes de su llegada al Festival de Cosquín junto con Riendas Libres y como parte de La Juntada, algunos especularon con la posibilidad de que Peteco tuviera un recibimiento distinto en la plaza Próspero Molina. Entre hashtags y microcampañas en redes sociales instando al repudio hacia el músico, el morbo creció. Hasta el propio Peteco admitió en charla posterior con El Doce que se había preocupado “un poquito” por la posible reacción del público.
Memoria de amor
Finalmente, el santiagueño actuó el lunes en horario central –para la transmisión de la TV Pública– y nada de lo que supuestamente se instigaba sucedió. Una platea expectante recibió a esta versión renovada de Carabajal y cayó en el embrujo: su repertorio lo dijo todo sin que el músico tuviera que expresar en palabras nada más allá de lo que su arte narra.
Algunos dirán que hubo un “No quise decirle nada” (en Perfume de carnaval) que pudo ser una alusión al tema, pero está claro que Peteco eligió hablar por otra vía. Un terreno en el que se siente mucho más seguro y que hace evidente un legado propio en la historia de la música de raíz. Más allá de una opinión política puntual, y de una expresión concreta –cuestionable o no según el caso–, la obra del santiagueño es también una voz para tener en cuenta.
Se hizo palpable en Cosquín. Digo la mazamorra, Como pájaros en el aire, El embrujo de mi tierra o la mencionada Perfume de carnaval se entremezclaron junto con nuevos clásicos grabados ya con Riendas Libres (Magia maternal, Aquí comienza la vida). Hacia el final, junto a su violín, Carabajal recorrió el escenario y la larga plataforma que ingresa a la platea y todo estalló con una selección de chacareras de su padre.
El fervor de la gente cantando y el gesto de satisfacción del músico, toda una postal de esta 64ª edición que se despide esta noche.
Dos lunas más tarde, junto a Raly Barrionuevo y el Dúo Coplanacu, Peteco volvió a enaltecer el escenario Atahualpa Yupanqui con su presencia y con sus canciones. Tampoco hubo necesidad de decir nada más si se repasa la lista desandada por el cuarteto, con metáforas y paisajes más que contundentes. Esa es la famosa “cultura” que se intenta defender ante el atropello libertario que busca reducirlo todo a números.
Antes de que Carabajal regresara a Cosquín, Roberto Cantos había vuelto a la música de Peteco para ilustrar su argumento respecto de la necesidad de sostener la presencia de la cultura en la vida de los argentinos. “Si se ningunea la cultura, si se la desprecia, vamos a andar como dice la canción de Peteco: ‘sin rumbo y sin camino’”, dijo el Coplanacu.
De la mano de un cancionero que pinta a un pueblo y a su idiosincrasia mejor que cualquier algoritmo, lo que hizo Carabajal en sus intervenciones durante Cosquín fue, precisamente, marcar un rumbo. La invitación está hecha y, como él mismo remarcó, las puertas están siempre abiertas.
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