El resultado de las elecciones generales del último 22 de octubre generó consecuencias de todo tipo. Luego de la sorpresa por los números de cada uno de los tres principales candidatos, y de que quedara definido el balotaje entre Sergio Massa y Javier Milei, todo se revolvió en la política nacional y los días subsiguientes fueron prueba fehaciente de ello.
Por supuesto, la cultura y el espectáculo también se hicieron eco de lo sucedido y se profundizaron algunos posicionamientos que ya habían sido adelantados, como el de Lali Espósito. En esa misma línea, no llamó la atención la definición pública de Wos en medio de un show en Morón. Algo similar –un antimileísmo a ultranza– ocurrió con Marilina Bertoldi en el Festival Capital. Cinthia Fernández o Yanina Latorre, en cambio, optaron por dirigir su indignación hacia los votantes de Unión por la Patria.
Sin embargo, nadie esperaba lo que ocurrió con los fans argentinos de Taylor Swift y de BTS, ambos colectivos que, a través de algunas agrupaciones particular, llegaron a publicar comunicados con sus argumentos para no apoyar al candidato de La Libertad Avanza.
Fans del pop (y algo más)
En ambos casos, es cierto, había antecedentes. Todavía resulta hilarante la imagen de un acto político de Donald Trump “copado” por fans del K-Pop. Luego de que el entonces presidente de Estados Unidos iniciara su camino a la reelección en 2020, el llamado “army” (ejército, en castellano) decidió tomar cartas en el asunto. Un nutrido grupo de fanáticos de la música coreana en general y de BTS en particular se confabuló para solicitar los tickets gratuitos para el acto. Lograron que 13 mil de los 19 mil lugares disponibles estuvieran vacíos.
En el caso argentino, los seguidores de los asiáticos reaccionaron ante una vieja provocación de la candidata a vicepresidente del espacio de Milei, quien dijo que el nombre de la banda sonaba a una “enfermedad de trasmisión sexual”. Acto seguido, una organización de fans de BTS respondió sin tapujos: “El mensaje que transmite BTS es siempre el respeto hacia todos y uno mismo. Por ende, las fanbases argentinas repudiamos los dichos de odio y xenofobia hacia la imagen de BTS pronunciados por la candidata Victoria Villarruel”.
“No esperamos las disculpas correspondientes, debido a sus recientes respuestas. Dada la situación actual, pedimos a la Army que por favor denuncien los tweets que contienen estos dichos repudiables. Pedimos no caer y responder en las provocaciones que estas incitan”, rezaba el mismo texto.
Apenas unas horas más tarde, una trama similar involucró a las fans de Taylor Swift, que esperan fervientemente la llegada de la estadounidense al estadio de River (con tres shows entre el 9 y el 11 de noviembre). El 26 de octubre, y tomando como referencia lo que la artista hizo en su país en las últimas elecciones (llamó a votar en contra Donald Trump), una cuenta de X titulada Swifties Contra LLA publicó un comunicado en el que llamaba a los fans argentinos a elegir –parafraseando a su referente– “el lado correcto de la historia”.
“Siguiendo su legado, y ante el peligro que representa el candidato Javier Milei, principalmente para las mujeres y diversidades, el 19 de noviembre no lo vamos a votar”, señala el escrito, que parece diagramado en el comité de una agrupación sindical o universitaria por su nivel de argumentación y análisis de la realidad.
Que en las últimas horas el espacio liderado por Milei haya votado en contra de la declaración de huésped de honor de la ciudad de Buenos Aires para la estadounidense certifica que este tipo de movimientos son mucho más que ruido de internet.
Contra todo prejuicio
Además, al margen de los posicionamientos específicos del caso, lo anterior desnuda un viejo prejuicio que todavía aparece aquí y allá en el llamado sentido común.
Este tipo de definiciones y reflexiones no llamarían la atención si hubieran sido dichas o escritas por una figura política de izquierda o por referentes musicales asociados a la militancia de ciertas ideas. El hecho de que sean fans de dos de los nombres más transversales del pop actual hace que el gesto cobre otro sentido.
El personaje Micky Vainilla es uno de los más recordados del universo de Peter Capusotto y sus videos, programa en el que se podía ver este segmento protagonizado por un artista identificado con la idea de “pop para divertirse” y que a su vez sacaba a relucir una mirada neonazi de la realidad que lo circundaba.
La exageración de esa parodia era uno de los condimentos centrales para generar la carcajada en la audiencia de Capusotto. Pero en ese chiste era necesario un acuerdo tácito: que el pop, en general, no estimulaba compromiso social, sino apenas pasatismo y evasión.
Los casos de los fans argentinos de BTS y de Taylor Swift invitan a repensar esa idea. De hecho, uno de los argumentos que se pueden leer en el hilo de Swifties Contra LLA tiene que ver con un dato claro: la actual gira de la artista no pasó por ningún país “dolarizado”, dando cuenta del empobrecimiento en materia de poder adquisitivo que hace imposible pensar en una visita de la cantante a Ecuador o a El Salvador.
También se suma a lo sucedido una red de otakus (como se conoce a los fanáticos de la animación japonesa tanto a nivel gráfico como audiovisual) que apuntó contra Milei, entre otros factores, por los costos que pasaría a tener el acceso a productos importados de manga y animé.
Evidentemente, las motivaciones pueden ser variadas. Lo que no puede subestimarse es la capacidad de organización y de reflexión de ciertos colectivos que, durante mucho tiempo, fueron menospreciados sólo por cuestión de gustos.
