–Venís de Belo horizonte, una ciudad con mucha tradición musical. ¿Te influyó esa atmósfera?
–La verdad que sí, pero también me dejé influenciar por el rock nacional cuando llegué acá. En mis canciones está ese rasgo. Hay una canción de mi disco, El último tren, que es guitarra y canto, y siento que tiene una influencia de Brasil. Hoy ya no estoy tan en contacto con la música brasileña, de alguna manera todas las cosas que me llegan son de acá.
–A nivel blues, ¿quiénes son tus grandes referentes?
–Uh, mi viejo, eso es una biblia. Puedo hablar de algunos como Jimi Hendrix, que es una de mis grandes influencias. Albert King y Freddie King también fueron muy importantes, junto con la cantante Big Mama Thornton, que es muy buena. Pero no soy tan blusero, un poco quedé pegado a eso, es con lo que la gente me identifica. Pero si uno escucha el disco se da cuenta de que no estoy hecho sólo de blues. Soy muy ecléctico.
–La gente te reconoce por tocar en la peatonal, un espacio que no es fácil. ¿Qué es lo mejor de actuar al aire libre?
–Lo mejor es la repercusión. La gente me conoce mucho de la peatonal. Se paran a escucharte, es un buen momento, la paso interesante. Es una vidriera muy grande. Imaginate cuando llegué a esta ciudad, no conocía a nadie, estaba más solo que un caramelo. Y tocar en la peatonal me dio notoriedad. Además, yo tengo la característica de hacer una música que con mucho sentimiento. Yo tengo el mismo sentimiento en la peatonal o un gran escenario, pongo las mismas emociones y a eso la gente lo siente mucho. Yo pongo todo. Esa es la parte buena, me está abriendo muchas puertas.
–¿Y lo malo?
–Es la calle… Hay situaciones medio incómodas que pueden suceder. Y me hace tocar demasiado, toco todos los días, y eso me trae problemas al momento de las contrataciones. Algunos productores me dicen que por tocar tanto la gente no acude a los conciertos. Se me hace difícil conseguir fechas.
–¿Cómo calificarías las letras de tus canciones?
–No podría meterle un rótulo o una imagen, es difícil para mí definirlas de manera contundente. Es una música muy abierta, muy fuerte, no sé bien cómo responder a eso. No es un disco sólo de blues, tampoco de funk ni de canciones, tiene un poco de todo. Dentro de esto, no es conceptual, es algo diversificado.
–¿Es necesario haber sufrido para tocar blues? ¿Puede tocarlo alguien que nunca la pasó mal?
–El blues es un sentimiento que uno pone en la música, y eso se ve reflejado. Más que sufrir, es una actitud sentimental, del corazón. El blues nace del dolor grande, pero todo aquel que tenga amor en el corazón, que tenga algo para pasar, más allá de los acordes y las letras, va a tener contundencia. Porque se necesita eso, esa fuerza detrás. Un blues puede ser algo muy monótono, muy aburrido, si uno sólo toca esos acordes sencillos.
–Hay un blues tuyo que dice "Yo no quiero tomar Coca / Yo quiero Guaraná". Supongo que lo escribiste cuando no se conseguía acá esa gaseosa. ¿Cómo lo ves hoy, que está en todas partes?
–(Risas) Vos sabés que es así, tal cual. Cuando llegué a Buenos Aires, tenía ganas de tomarme una Guaraná y no encontraba en ningún lado. Sufría un poco por otras cosas de la gastronomía que no conseguía. Y también tenía una relación muy conflictiva en Buenos Aires. Viví ocho años en Capital Federal antes de venir a Córdoba. Tenía una pareja con la que no estábamos tan bien. Me levanté un día y escribí "Yo no quiero tomar Coca, quiero Guaraná, y no me mires con esa cara fea, nena". De ahí surgió la idea, era un malestar que tenía con mi pareja sumado a las ganas de tomar una guaranacita con limón.
En vivo
Zetta Blu se presenta este sábado, desde las 23, en Club Negro, que tendrá lugar en Club Paraguay (Agustín Pérez 99). También actúan Willy Crook y Deborah Dixon. Anticipadas en Alpogo.com y Disquería Edén.
