En el primer semestre de 2000, que fue el período en el que se puso de manifiesto su fulgor, Rodrigo Bueno protagonizó un raid mediático frenético. Los productores televisivos se lo disputaban, los noteros lo perseguían y él, siempre solícito, cumplía con esa demanda que se sumaba a su propia agenda artística, que ya de por sí era exigente.
El “Potro” no iba al trote sino al galope, y en tiempo récord construyó una transversalidad que lo tuvo casi en simultáneo en las tapas de Gente y de D Mode. Así, con Rodrigo como péndulo entre una revista de actualidad y otra sobre cultura electrónica con eventuales “legitimaciones culturales” de fenómenos masivos, aquellos fueron días febriles que construyeron un fenómeno inimitable en términos de fiebre pop.
El rapero L-Gante está replicando lo del cuartetero cordobés en lo que refiere a la multiplicación exponencial de su imagen y propagación certera de carisma. Pero a diferencia de Rodrigo, el hombre enrolado como Elián Ángel Valenzuela cuenta con el complemento de las redes, algo que en el comienzo de los 00 era una ensoñación futurista.
Entonces, al tiempo que un sábado está en PH: Podemos Hablar y el fin de semana siguiente en Almorzando con Mirtha Legrand, previo paso de día hábil con Eduardo Feinmann, su Instagram filtra backstages, situaciones cotidianas, postales gangstas, barrio, ternura… Todo el combo que está feliz de mostrar.
Porque hay que plantearlo: L-Gante no padece la sobreexposición, la recontra disfruta. Se lo percibe feliz de hacer talk show su intimidad. Acaso sea un rasgo de los nativos digitales más extrovertidos y aún no filtrados por mánagers que invitan a una exposición más estratégica.
Entre sus chispazos de tele abierta y stories, entonces, atestiguamos una escalada que reduce a nuestra vida a una dimensión meridiana.
Hagamos un relevamiento de la vida de L-Gante del último tiempo: prensa internacional por usar una PC gubernamental para tirar sus primeros beats; sujeto de grieta; views y streams expresadas en millones; gira internacional; regreso con gloria al barrio; recibimiento de medallista olímpico; raid mediático citado; desparramo de gracia y carisma; stories multipalo; estreno de canción; fundamentación mediática de su composición sobre el abecedario; previa de su paternidad; stories de la panza de Tamara, su novia; nacimiento de Jamaica, su primera hija; flasheo total; stories de papá baboso; vuelta al ruedo mediático; paredes con Feinmann, ayer adversario, hoy aliado; vuelta al ruedo escénico; bardo en Uruguay por enfrentamientos; muestreo del work in progress de su casa; presentación de su línea de ropa; presentación de su vino; selfie chispeante de madrugada con Lali Espósito.
A esa enumeración, que Lalo Mir debería expresar como telón de fondo de un documental editado a puro vértigo, le falta el encuentro del artista con el presidente Alberto Fernández.
Mientras el mandatario está condicionado a recuperar credibilidad después de una filtración que redundó en un resultado electoral desfavorable, y de serios desencuentros en la coalición política que lo llevó al poder, el artista tomó el encuentro como un paso más en esta delirante carrera de sobreexposición.
“Tuve una charla con el presidente… Yo soy Elián Ángel Valenzuela, más conocido como L-GANTE. Con tan sólo 21 años me las arreglé como pude y logré muchas cosas, como formar y sacar a mi familia adelante o que el presidente me reciba para saber lo que él piensa y yo hacerle saber mi pensamiento”, explicó.
“Si el día de mañana hay otro presidente y me recibe, también voy a estar. Porque tengo el privilegio y porque se me da la gana. A mí no me importan los partidos políticos, a mí me importa EL PUEBLO y que su VOZ se escuche. A mí no me invitaron. A mí se me ocurrió la idea de conocer al presidente de mi país y así fue”, precisó.
L-Gante no concibe la idea de desconexión, evidentemente. Y se lo ve feliz en ese plan de ultra velocidad, que encuentra respaldo estadístico en Spotify, donde las escuchas del género Cumbia 420, su creación, crecieron cerca del 600 por ciento desde 2018
. Cuestionarlo desde la meseta puede ser un gesto de superioridad moral que lo invalidad por inconsistencia estética o de un paternalismo que teme que se estrole contra algo.
Viva, L-Gante. Viva lo que quiera y a la velocidad que quiera. Para ir a media máquina ya estamos nosotros.
