El traslado de Damián Szifron hacia el cine industrial estadounidense se hace patente en Misántropo desde su escena de apertura, un espectacular juego de planos aéreos de rascacielos y fuegos artificiales en los que un francotirador oculto hace uso de una puntería implacable. En plena algarabía nocturna en la ciudad de Baltimore van cayendo víctimas anónimas que festejan en terrazas, suben en ascensor o se bañan en jacuzzis.
Las muertes son secas, rotundas, de incómoda verosimilitud, estética de policial puro y duro a la que Szifron se aferra hasta el final. Y es que la desmedida cifra de 29 homicidios invoca una investigación del FBI en la que se compromete el equipo encabezado por el agente Geoffrey Lammark (Ben Mendelsohn) y la policía Eleanor Falco (Shailene Woodley).
La figura del “misántropo” Dean Possey (Ralph Ineson), que roza el fantástico de Night M. Shyamalan o el villano de Batman en su cruzada encapuchada y voz robótica, le permite al director trazar una visión diagonal del capitalismo como solo lo puede hacer el género.
De los límpidos shoppings y tiendas de Victoria’s Secret a los sórdidos basurales y mataderos de la periferia, de los refinados sistemas de vigilancia al cacheo permanente de inmigrantes pobres, Misántropo muestra un mundo impiadoso desde sus cimientos y le confiere argumentos ideológicos al asesino serial para justificar su atrocidad.
En ese sentido la institución policial y la presencia del parlanchín Lammark son una mascarada para el encuentro cara a cara entre el ominoso Possey y la quebrada Eleanor, sobreviviente a un prontuario de adicciones e intentos de suicidio.
El antagonismo y el reflejo entre perseguidor y perseguido es la marca más reconocible de Szifron desde su debut El fondo del mar (2003), y en Misántropo alcanza un estadio de madurez más allá de la carcasa de superproducción. Lejos del cinismo socarrón de Relatos salvajes (2014), acá el guion se permite incluir la palabra “amor” sin temor a la cursilería.
Resulta sin embargo paradójico que el Szifron más reconocible se desdibuje en Misántropo, dando lugar a un efectivo ejemplar anglosajón que de buscar referencia autoral habría que encontrarla en la cruenta impersonalidad de David Fincher.
Sacando esquematismos como la pareja progresista gay de Lammark y unos personajes no del todo aprovechados, el filme es irreprochable en su planteo. De ser la suya una ambición de simulador, Szifron ha devenido entonces el perpetrador ideal de un estilo distante y serial.
Para ver
Misántropo. EE.UU., 2023.
Calificación: Muy buena
Guion: Damián Szifron y Jonathan Wakeham. Dirección: Damián Szifron. Con: Shailene Woodley, Ben Mendelsohn y Ralph Ineson. Duración: 119 minutos. En cines.
