Atav 2 se promocionó como una continuación de los desencuentros viscerales de dos familias de comienzos del siglo pasado (Moretti y Salvat), desarrollada por sus respectivos herederos en los tiempos de la recuperación democrática en Argentina.
Para sostener ese respaldo, en la previa se puso especial énfasis en que la historia no tendría reparos en tocar temas pocos transitados en las telenovelas argentinas. Algunos considerados tabúes, incluso, como el terrorismo de Estado, el robo de bebés durante la dictadura, el colaboracionismo de algunos sectores de la sociedad civil en ese período y los sedimentos de totalitarismo que aún perduraban cuando Argentina intentaba despertar de esa pesadilla.
Había otra subtrama de Atav 2 que, si bien fue puesta de manifiesto en gacetillas y material previo, no se promocionó con el énfasis de las ya señaladas. Era la de una historia de amor gay, que incluso tendría derivaciones en el contagio del sida.
Sin embargo, fue esta línea, la del amor entre Segundo Machado (Tato Quattordio) y Antonio Salvat (Toni Gelabert) la que se explotó en el capítulo inicial de Atav 2.
El relato comenzó una noche lluviosa de la Buenos Aires de 1977, en el que estos dos hombrecitos, adolescentes, vuelven algo entonados de una fiesta. Luego entran a una casa, se dirigen a una habitación y se dan un beso apasionado, interrumpido por el padre de Segundo. Por Rafael Machado (Federico D’Elía), un médico que le avisa a Antonio que se tiene que ir urgente, porque en su casa pasa algo malo.
A posteriori, la acción se dirige a lo de los Salvat, donde Silvia (Julieta Díaz), la mamá de Antonio que está embarazada, le sugiere a su esposo Pedro (Rafael Ferro) que también se tiene que ir ya, porque a ella, militante política, le están pisando los talones. La referencia implícita, claro, es al terrorismo de Estado.
Entonces hay un salto temporal hacia el intercambio epistolar entre Segundo y el ahora exiliado Antonio, en el que el primero cuenta que su hermano murió en Malvinas. Y después otro más hasta cerrar siete años de exilio en Barcelona, resuelto con una escena aeroportuaria en la que Luisa (Virginia Lago), madre de la desaparecida Silvia, recibe a su yerno y a su nieto, que habla con acento español.
Entre inserts con imágenes de época y diálogos precisos, el primer capítulo de Atav 2 abrió con dinamismo esta historia dura, que incluye desesperantes escenas de cautiverio y de capturas en Falcón verde.
OK, todo quedó seteado para que Pedro y Antonio empiecen a desandar la búsqueda de su hija/ hermana que su esposa/ madre parió cuando estuvo secuestrada.
De alguna manera, la nueva apuesta de Pol-Ka queda alineada a Argentina, 1985, el filme recientemente nominado al Oscar que releva el histórico Juicio a las juntas militares.
Atav 2 y un país que avanza hacia la libertad
“A pesar de los cambios que la sociedad está viviendo, nada será fácil para los personajes de la historia, que deberán luchar por el amor, la búsqueda de la verdad, la dignidad, sus derechos y por justicia; atravesando un camino lleno de obstáculos, traiciones, desilusiones, venganza, odios, pasiones y amores, en un país que avanza hacia la libertad, pero aun con mucha oscuridad por transitar”, precisa la promoción de la tira que en su afán revisionista reinstaura otras dos cuestiones.
El paradigma sexista y misógino imperante por entonces, revisado a partir de la historia de Ana Pérez Moretti (la nieta de Raquel “La Polaca” de Atav 1, interpretada por Justina Bustos), la empleada de comercio devenida en vedette.
Y el ya referido amor gay, que si bien desde hoy se observa con naturalidad, en aquel tiempo era una pasión que debía soltarse en el más absoluto hermetismo; en la clandestinidad, casi.
Viene bien ver las idas y vueltas de Segundo y Antonio en Atav 2 para valorar los avances conseguidos es más de 30 años en materia de aceptación y de recorte de hegemonía de un discurso homofóbico aún imperante.
Viene bien poner en agenda cómo había que comportarse siendo gay cuando los límites entre lo aceptable e inaceptable aún no se habían elastizado.
Y viene bien para rescatar y poner en contexto al filme Adiós, Roberto, que dirigido por Enrique Dawi fue el primero del cine nacional que abordó abiertamente una historia de amor entre dos hombres.
Estrenado el 4 de abril de 1985, a poco del retorno democrático, en él Carlos Calvo interpretaba a Roberto Mazzitelli, un hombre recién separado de su mujer, que se va a vivir a lo de Marcelo Estévez (Víctor Laplace).
Roberto no sabe que Marcelo es homosexual, y una noche después de unas copas de más, intiman. ¿Acaso la escena inicial de Atav 2 no es un homenaje explícito?
“Esa caracterización, ¿hizo reaccionar a algún sector intolerante?”, se le consultó al fallecido Calvo desde estas páginas. “No, para nada. Sufrí las ironías y los chistes de siempre. Los esperaba. Mi familia se sintió un poco tocada. Mi hermano, por ejemplo, no me habló por una semana. Y ya era grande como para reaccionar así”, fue la respuesta del actor, a quien también hay que reivindicar por haber aceptado este papel en tiempos en los que estaba estigmatizado como galán.
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