A favor: cerrar ciclos para abrir otros (sin spoilers)
Por Brenda Petrone Veliz
Sex Education es todo, absolutamente todo lo que está bien. El equipo de producción de Laurie Nunn, la creadora de la serie, supo ensamblar la necesidad de hablar de sexo y sexualidad con los sentimientos, valores e inseguridades de al menos dos generaciones. El pasado 21 de septiembre, la producción lanzó su cuarta y última temporada y con ella cerró un ciclo de historias que atravesaron la pantalla con la esperanza de que se abran muchos territorios físicos y digitales (quizás menos utópicos que Cavendish) para ampliar el debate, aún cuando existan personas que por odio y miedo quieran silenciarlos.
Esta temporada le da un giro brutal a la histriónica Ruby (Mimi Keene) y la perfila como una de las mejores personajes de la serie. Maeve (Emma Mackey) afrontará el cambio de su vida y Adam y Michael demostrarán que es posible salvar una relación, aunque cueste demasiado.
Sex Education debería ser vista por padres y madres con hijas e hijos de diferentes edades. A veces es difícil comprender la noción de libertad con la que muchos jóvenes abordan estos temas y Sex Education se presenta como un camino posible para abrir el diálogo entre viejos y nuevos cánones. Es por eso que también la directora decidió ampliar el relato juvenil para abordar algunos problemas de la generación adulta. Salvando las distancias, el caso de Cal (Dua Saleh) con su mamá, la historia de vida de Jackson (Kedar Williams Stirling) y la menopausia de la doctora Jean F. Milbu (Gillian Anderson), pueden ser relatos muy esclarecedores.
Otro abordaje impecable que hace la serie es la importancia de transitar el duelo. Maeve y Aimee (Aimee Lou Wood) son las indicadas para demostrar que hay que tomarse el tiempo suficiente para poder cerrar ciclos y sanar heridas.
Por último, Sex Education vuelve a poner en agenda la discriminación a las personas con discapacidad por parte de instituciones y la sociedad en general que desconocen sus necesidades diarias. Isaac Goodwin (George Ross Robinson) y otros personajes como Aisha (Alexandra James) todavía tiene que luchar por sus necesidades incluso en el colegio más inclusivo de todos.
En contra: por debajo de las expectativas
Por Nicolás Lencinas
Me gustaron -y disfruté mucho- las tres temporadas anteriores de Sex Education (era uno de mis caballitos de batalla a la hora de defender las siempre criticadas producciones originales de Netflix).
Humor excelente, escenas memorables, gran desarrollo de personajes, giros inesperados y ganas de volver a ver cada capítulo; todo eso y más tuvo hasta aquí la serie. Lamentablemente, para la cuarta y última temporada rompieron todo.
Casi tirada de los pelos, la nueva escuela “progre” y correctísima de Moordale es un delirio. Si bien la historia protagonizada por Asa Butterfield (Otis) y Emma McKey (Maeve) jugó de manera excelente con la ironía, sobre el final se les fue la mano.
Por supuesto, hubo una carrera a contrarreloj para terminarla y la pandemia habrá cambiado los planes de los showrunners. En esa demora para continuar con las grabaciones, Otis, Eric, Mave, Adam y compañía, ya no aparentaban 17 años ni tampoco daban con la imagen de estudiantes de secundaria. De hecho a Otis, se le notan las arrugas y las entradas; quizás un detalle tonto que sale a la luz en casi todas las escenas.
Los capítulos son densos de mirar y en varias oportunidades la serie parece ser un cúmulo de escenas en modo folleto de ESI. Sin hilo conductor o con poca solvencia, salen escenas con una temática distinta a tratar, por ejemplo: disfunción eréctil, relaciones violentas, sexteo, consentimiento, entre otras. Claro que así se construyó la serie, pero anteriormente, las escenas se desarrollaron con el respaldo narrativo de lo que iba aconteciendo con los personajes en su vida cotidiana.
Párrafo aparte merece la irrupción de los nuevos personajes que arribaron desde un paracaídas a Moordale. No entendí por qué quienes tomaron por asalto el protagonismo fueron Anthony Lexa (Abbi) y su novix Felix Mufti (Roman).
De todos modos, se celebra ver en una serie mainstream, una relación sentimental (y de deseo sexual) entre dos personas trans. Del mismo modo, es rescatable la manera en que se trató la transición de Cal (Dua Saleh) y los problemas de salud mental que atravesó. Mención especial para la Dra. Jean Millburn (Gillian Anderson): casi salvó la temporada.
